En la parashá Vaet-janán, el pueblo de Israel estaba
en preparación para cruzar el Yarden y así llegar a la tierra que prometió
Hashem a vuestros padres Avraham, Itzjak y Ya’akov. Moshé les recordó lo
sucedido al pie del monte de Jorev donde Hashem habló en medio del fuego (Devarim 4:10).
A su vez, fortaleció e instruyó a Yeoshua’ en los Mitzvot, pues él sería quien estaría
delante del pueblo para hacerlos heredar la tierra prometida. De igual modo, Moshé
repitió todos los mandamientos que El Eterno les había dado y por el cual ellos
prometieron: Haremos y Obedeceremos.
Moshé fue
claro en sus palabras y demostró por medio de los mitzvot que no hay otro como
HaShem. Previo a esta afirmación, mencionó los mandamientos de no corromperse
al adorar o servir a cualquier ídolo pues el Creador es un Di-s celoso.
Sabrás hoy y confirmarás en tu corazón que el Eterno
es el único Dios en el cielo y en la tierra. No hay ningún otro. (Devarim 4:39).
Las palabras finales de este verso (En ‘od),
ningún otro ó no hay nadie más, tiene el valor numérico de 141, el mismo
equivalente a Elokenu Hashem Ejad, últimas tres palabras cuando recitamos
Shema’ Israel Hashem Elokenu Hashem Ejad.
Podemos interpretar con esta similitud en
equivalencia, que no hay otro más como HaShem. El es Ejad, es decir, uno y
único. No hay lugar ni espacio para otro en nuestras vidas. La aplicación de
esta Fe, la monoteísta, es vital y fundamental para el pueblo judío, pues la firmeza de que sólo no hay otro como Elokim, ha salvado la permanencia del
Klal Israel.
La fe monoteísta firmemente sostenida en sus inicios
por Abraham y el –pacto de Di.os-, establecido por él y reafirmando por sus
descendientes, identificó a esta familia –los judíos- como adherentes a una fe
singular (Libro El Ser
Judío). Esta es la fe
que nunca debemos abandonar. Cada vez más hay que asentir en nosotros de que EL
es Único y que ante cualquier circunstancia opresiva, resistiremos y
proclamaremos su unicidad.
Cuando recitamos la plegaria Nishmat Kol Jay (El alma de todo ser viviente), dejamos por sentado una vez más que él es EJAD
–desde siempre y hasta la eternidad-. Que aparte de él no tenemos rey, redentor
o salvador, liberador, sustentador, que responde y es misericordioso en todo
momento de tribulación y angustia; no tenemos rey que ayude y apoye sino sólo
HaShem.
De esta manera, instituyamos esto en
nuestras vidas, grabemos cada palabra en nuestro corazón para que hagamos y
obedezcamos los mandatos que ordenó el Creador, y jamás relegar que Él es el
verdadero Elohim En ‘Od.
Shalom Javerim.
Hebert Ruiz
Shalom Javerim.
Hebert Ruiz
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